No habéis notado que cuando se acercan las vacaciones, la gente en general, y yo me incluyo, por supuesto, estamos más agresivos, que saltamos a la mínima y que no aguantamos nada…
Y es que la desconexión es necesaria, no solo por una buena salud mental, sino también por una convivencia más armoniosa entre las personas que nos rodean. Así que, y muy a mi pesar, tendremos que soportar aún un par de semanitas más, con mucha paciencia y diplomacia, a que lleguen las deseadas holidays.
De todas formas, este fenómeno de la irritabilidad general pre-vacacional es un hecho que puedes vivir en muchas situaciones de tu vida cotidiana, y no solo en tu puesto de trabajo. Aquí, los compañeros y las compañeras (unos más que otros) hacemos de tripas corazón para evitar enzarzarnos en disputas que no llevan a ningún sitio y que lo único que hacen es perjudicar el proyecto que tenemos entre manos. Aguantamos de la mejor forma posible para cumplir expediente y que el trabajo salga con el nivel de profesionalidad que espera nuestro cliente, y después nos vamos a correr, a nadar o en bici, para quemar adrenalina y relajarnos de un día de perros, con la esperanza de saber que las vacaciones están ahí, justo ahí, a la vuelta de la esquina.
Pero como comentábamos, estas situaciones no solo pasan en el trabajo. En la calle, en el supermercado, en la carretera, yo noto que la gente está muy predispuesta al chillido y al insulto (deporte nacional). Será el calor, las ganas de vacaciones o es simplemente un tema de educación (factor importante para evitar situaciones desagradables).
En fin, esto es una reflexión que hago simplemente observando a la gente, y a mí mismo, que noto que necesito vacaciones ya. Y mientras llegan, paciencia y fe, y a correr mucho. ¿No os parece?